domingo, 31 de diciembre de 2017

Un amoroso y bendecido 2018

El SEÑOR te bendiga y te guarde,
el SEÑOR te mire con agrado y te extienda su amor,
el SEÑOR te muestre su favor y te conceda la paz.
Números 6: 24 - 26

sábado, 23 de diciembre de 2017

Feliz nacimiento de Jesús en nuestros corazones...


Agradecimiento a Dios Padre

por el regalo de la vida

Bendito sea tu Nombre Santo, Señor Dios todo poderoso que has creado la vida para tu placer y tu gloria.

Bendito seas Señor Dios, que me has formado en el vientre de mi madre y que me conocías antes de que yo viniera a la existencia.

Bendito sea el gran regalo de la vida que yo disfruto gracias a ti Señor y al cuidado de mis padres quienes me criaron por tu  Divina voluntad.

Señor Dios, Padre amado, autor y preservador de la vida: Yo te agradezco por tu bondad infinita, por la cual has permitido que yo viniera a la existencia, por haberme creado en tu santa imagen. 

Te agradezco por haberme creado de la nada y por hacerme un ser único, lleno de regalos propios de un hijo de Dios. 

Siento mucho Señor no haber vivido de acuerdo a tus deseos sino de acuerdo a las debilidades de mi naturaleza pecadora. 

Me arrepiento de mi vida pasada y te consagro mi vida de nuevo para que reviva en tu Presencia y en los diseños de tu Santa Voluntad.

Gracias Padre Santo porque en tu gran amor, nos has enviado a tu Hijo Nuestro Señor Jesucristo, para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga Vida Eterna. 

Gracias Señor Jesús porque tu nos has salvado de la esclavitud del pecado. Te adoramos y te reconocemos como nuestro Dios, nuestro Señor, nuestro Rey y nuestro Salvador. 

Tu eres es nuestra vida y el motivo de nuestra existencia.

Gracias Señor Jesús porque tu nos has dado a tu Madre Santísima para que sea nuestra madre, maestra y protectora. 

Gracias Madrecita Santa porque tu nos bendices con tu amor maternal.

Gracias Señor por que nos has dado el mundo, este maravilloso escenario de la vida que tu nos presentas diariamente. 

Te agradecemos Señor por las vidas de todos nuestros hermanos y hermanas, tanto vivos como difuntos; ellos serán nuestra compañía en la eternidad ante la visión de tu Gloria. 

Gracias Señor por el regalo de la vida inocente que ha sido desperdiciada por causa de nuestra negligencia, por favor, perdónanos Señor nuestros pecados.

Gracias Señor por todos los elementos que nos acompañan y nos permiten nuestra existencia.

Gracias Señor por el aire que respiramos, el agua, el fuego y todos los elementos de la naturaleza que son muestra de tu amor por nosotros. 

Gracias por la sangre que corre por nuestras venas, gracias Señor por el regalo del tiempo y del espacio. 

Gracias Señor por este maravilloso universo que siempre está mas allá de nuestro entendimiento, por las estrellas, los planetas y las constelaciones.

Gracias Señor porque nos has dotado de talentos, por nuestra inteligencia, por nuestra fe y por darnos tu Presencia en los Sacramentos de la Iglesia.

Gracias Señor por que nos llamas tus hijos, pues no merecemos ese titulo.

Gracias Señor. Por que “Yo soy quien yo soy, pues Tu eres quien Tu eres”

Oración al Niño Jesús

Acordaos, ¡oh, dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: "Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado".  
(Si conviene. es acorde al bien y a los planes de Dios)

Llenos de confianza en vos, ¡oh, Jesús!, que sois la misma verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria. 

Ayúdanos a llevar una vida santa para conseguir una eternidad bienaventurada. 
Concédenos por los méritos infinitos de vuestra encarnación y de vuestra infancia la gracia de la cual necesitamos tanto. 

Nos entregamos a vos, ¡oh, Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de vuestra divina promesa acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. 

Amén

La tienda del Cielo

Con motivo de la Navidad fui de compras buscando cuales serían los regalos que necesitaba adquirir para mis seres queridos. 

Buscaba algo diferente este año.

Un regalo que al recibirlo les causara alegría, satisfacción y que pudieran utilizar por toda su vida.

Finalmente, después de varios días de estar buscando vi un letrero que decía:

"La tienda del cielo".
Me fui acercando y la puerta se abrió, cuando me di cuenta ya estaba adentro.

Me recibió un Ángel dándome una canasta y me dijo "compra con cuidado", todo lo que una persona necesita, está en esa tienda.

Y agregó el Ángel: "lo que no puedas llevar ahora, lo podrás llevar después". Primero compré paciencia y prudencia, también el amor y el perdón, estaba en la última estantería, más abajo estaba el gozo, para estar siempre alegre.

Compre dos cajas de paz, sabiduría e iluminación para mantenerme tranquilo y dos bolsas repletas de fe y espiritualidad para los retos de próximo año. 

Recordé que necesito bondad, generosidad y mansedumbre con mis semejantes; 
así mismo, no podía olvidarme de la templanza necesaria para controlar mi temperamento en todo momento de modo que compre una de cada una.

También lleve tres bolsas de: comunicación, transformación y ternura… para que mi vida siga estando llena de encuentros maravillosos…

Llegué por fin a la salida y le pregunté al Ángel: "¿Cuánto le debo?". 

Él me sonrió y me respondió: 
"Hijo Mío, ¡JESÚS pagó tu deuda hace mucho tiempo!"

Hijo: tu eres la tienda y puedes abrirla todos los días, el Ángel soy Yo, el Espíritu Divino que mora dentro de ti, y los regalos son el fruto del Espíritu.

Antes que despiertes de tu sueño quiero compartirte el verdadero sentido del Espíritu de la Navidad: 
es el Espíritu del Amor, la luz, el Perdón, la Oración y el Servicio…

Escucha con cuidado. 

Estos regalos son especiales para esta ocasión, pero si los abres, los usas y los compartes durante todo el año, te producirán gran gozo a tí y a todos los seres que lleguen a tu camino…

Estos son los deseos de CREARC para todos y todas en esta Navidad que el Espíritu del Divino Niño Jesús y los méritos de su tierna infancia llenen sus vidas de sabiduría, amor y fortaleza...

Y que sus familias sean reflejo de la hermosa, sencilla y amorosa Sagrada Familia de Belén... 


El respeto, la comunicación y el apoyo mutuo siga contribuyendo a la construcción de una Cultura del Amor, de la Paz, del Respeto, de la Vida y del Encuentro en nuestro día a día y en nuestra cotidianidad, que cada día sea un SÍ ROTUNDO a la VIDA, al AMOR y al SERVICIO...


Un amoroso, próspero y bendecido 2018.

domingo, 17 de diciembre de 2017

La VOZ que grita en el DESIERTO!




San Pablo en la primera carta a los Tesalonicenses:

Hermanos: estén siempre alegres, oren sin cesar, en toda circunstancia den gracias a Dios. (...) No extingan el fuego del Espíritu, y no desprecien el don de profecía. (...)
Quédense con lo bueno...

Alegría: gozo interno, 
limpieza en el corazón, corazón de fiesta, 
hay ánimo, se saluda, la alegría es contagiosa…
La prueba más grande de sabiduría es la continua alegría
La gente buena es siempre gente alegre
El tiempo que corre rápido es el que se vive con alegría
Las grandes alegrías proceden del Cielo 
y son serenas y tranquilas 
y las pequeñas alegrías proceden del hombre y son ruidosas
Valorar y querer lo que se tiene

Decálogo de la Alegría 

(Padre Carlos Yepes)

1. Vivir rectamente: deber cumplido


2. La confianza plena en Dios: serenidad porque Él todo lo puede


3. Oración: corazón orante, serena alegría en el corazón, diálogo con Dios


4. Humildad: persona libre sin ataduras y sin apegos

persona alegre, serena, equilibrado

5. Compartir: con amor y alegría,

 lo contrario a seres solitarios, egoístas 
e incapaces de amar

6. Amar: el amor es alegría, amar desde el corazón,

amar desde el ser interior 

7. Servir: amor en acción, 

somos don para otra persona

8. Perdonar: liberarnos de las cargas negativas

y nos limpiamos del veneno emocional,
vivir ligeros de equipaje y en paz con nosotros mismos y en armonía con los demás

9. Crear: vocación, dones, talentos 

vivirlos y compartirlos

10. Dar: lo bueno, edificando a las personas,

tocar a las personas en forma positiva

• Oración

• Gratitud

• Por el bautizo en Espíritu Santo 
todos somos profetas

Los profetas son perseguidos a muerte, 
son líderes, 
son incómodos porque hablan de frente, 
dicen la verdad en la cara a la gente,
tocan llagas y la verdad duele: 
¡JUAN EL BAUTISTA UN HOMBRE DE TEMPLE, 
SIN MIEDO! 

EL PROFETA: es la voz que grita en el desierto 
la voz que se levanta cuando hay que 
levantar la voz... 
la voz que anuncia y la voz que denuncia...

Fuente: Sermón Padre Ángel María Montaña Alarcón y Padre Carlos Yepes

martes, 12 de diciembre de 2017

sábado, 9 de diciembre de 2017

Jornada Social de Conciliación "Carlos Alberto Romero Lozano"

Conciliatón
Jornada Social de Conciliación

Jornada Social de Conciliación


Jornada Social de Conciliación

viernes, 8 de diciembre de 2017

Dios es amor...

Carta inacabada 
del Hermano Roger de Taizé

«Os dejo la paz, mi paz os doy» [1]: ¿Cuál es esta paz que Dios da?

Una paz interior es, ante todo, una paz del corazón. Es la que nos permite mirar con esperanza el mundo, incluso cuando está desgarrado por la violencia y los conflictos.

Esta paz de Dios es también un apoyo para que podamos contribuir, muy humildemente, a construir la paz allí donde está amenazada.

Una paz mundial es tan urgente para aligerar los sufrimientos, en particular para que los niños de hoy y de mañana no conozcan la angustia y la inseguridad.

En su Evangelio, con una fulgurante intuición, san Juan expresa en tres palabras quién es Dios: «Dios es amor.» [2] Si comprendiéramos solamente estas tres palabras, iríamos lejos, muy lejos.

¿Qué es lo que nos cautiva de estas palabras? Encontrar en ellas esta luminosa certeza: Dios no envió a Cristo a la tierra para condenar a nadie, sino para que todo ser humano se sepa amado y pueda encontrar un camino de comunión con Dios.

¿Por qué hay a quienes les sobrecoge el asombro de un amor y se reconocen amados, incluso colmados? ¿Y por qué otros, sin embargo, tienen la impresión de ser poco tomados en cuenta?

Si cada uno comprendiese: Dios nos acompaña hasta en nuestras insondables soledades. A cada uno le dice: «Tu cuentas mucho a mis ojos, tu eres precioso para mí, y te amo.» [3]Sí, Dios no puede más que dar su amor, ahí está el todo del Evangelio.


Lo que Dios nos pide y nos ofrece, es acoger sencillamente su infinita misericordia.

Que Dios nos ama es una realidad a veces poco accesible. Pero cuando descubrimos que su amor es ante todo perdón, nuestro corazón se apacigua e incluso se transforma.

Y henos aquí capaces de olvidar en Dios lo que acosa al corazón: ahí está la fuente donde volver a encontrar el frescor de un impulso.

¿Lo sabemos suficientemente? Dios nos entrega semejante confianza, que tiene para cada uno de nosotros una llamada. ¿Cuál es esa llamada? Él nos invita a amar como él nos ama. Y no hay amor más profundo que ir hasta el don de sí, por Dios y por los demás.


Quien vive de Dios elige amar. Y un corazón que decide amar puede irradiar una bondad sin límites. [4]

Para quien busca amar en la confianza, la vida se llena de una belleza serena.

Quien elige amar y decirlo con su propia vida es llevado a interrogarse sobre una de las cuestiones más fuertes que existen: 

¿cómo aliviar las penas y los tormentos de los que están cerca o lejos?


¿Pero qué es amar? ¿Será compartir los sufrimientos de los más maltratados? Sí, es eso.

¿Será tener una infinita bondad de corazón y olvidarse de sí mismo por los otros, con desinterés? Sí, ciertamente.

Y aún más: ¿qué es amar? Amar es perdonar, vivir reconciliados. [5] Y reconciliarse es siempre una primavera del alma.

En el pequeño pueblo de montaña en el que nací, vivía muy cerca de nuestra casa una familia numerosa, muy pobre. La madre había muerto. Uno de los hijos, un poco más joven que yo, venía a menudo a nuestra casa, quería a mi madre como si fuera la suya. Un día, supo que iban a marcharse del pueblo y, para él, irse no era fácil. ¿Cómo consolar a un niño de cinco o seis años? Era como si no tuviera la perspectiva necesaria para interpretar esa separación.

Poco antes de su muerte, Cristo asegura a los suyos que recibirán un consolador: les enviará el Espíritu Santo que será para ellos un apoyo y un consuelo, que permanecerá siempre con ellos. [6]

En el corazón de cada uno, aún hoy susurra: «No te dejaré nunca solo, te enviaré al Espíritu Santo. Incluso si estás en lo hondo de la desesperación, me tienes cerca de ti.»

Acoger el consuelo del Espíritu Santo es buscar, en el silencio y la paz, abandonarnos en él. Entonces, incluso si se producen graves acontecimientos, se hace posible superarlos.

¿Acaso somos tan frágiles como para tener necesidad de consolación?

A todos nos ocurre el hecho de ser sacudidos por una prueba personal o por el sufrimiento de otros. Esto puede llevar incluso a estremecer la fe y a que se apague la esperanza. Encontrar de nuevo la confianza de la fe y la paz del corazón supone a veces ser paciente con uno mismo.


Hay una pena que marca particularmente: la muerte de alguien cercano, de alguien que necesitamos para caminar en la tierra. Pero he aquí que semejante prueba puede conocer una transfiguración, y entonces ésta abre una comunión.

A quien está en los límites de la pena, una alegría del Evangelio puede serle entregada. Dios viene a iluminar el misterio del dolor humano hasta el punto de acogernos en una intimidad con él.

Entonces estamos así situados en un camino de esperanza. Dios no nos deja solos. Nos concede avanzar hacia una comunión, esa comunión de amor que es la Iglesia, tan misteriosa y tan indispensable a la vez…

El Cristo de comunión [7] nos da ese inmenso don de la consolación.

En la medida en que la Iglesia llega a ser capaz de aportar la curación del corazón comunicando el perdón, la compasión, hace más accesible una plenitud de comunión con Cristo.

Cuando la Iglesia está atenta a amar y a comprender el misterio de todo ser humano, cuando escucha incansablemente, consuela y cura, llega a ser aquello que es en lo más luminoso de sí misma: limpio reflejo de una comunión.

Buscar la reconciliación y la paz supone una lucha al interior de sí mismo. Esto no es un camino de facilidad. Nada que dure se construye en la facilidad. El espíritu de comunión no es ingenuo, es ensanchamiento del corazón, profunda bondad, no escucha las sospechas.

Para ser portadores de comunión, ¿avanzaremos, en cada una de nuestras vidas, por el camino de la confianza y la bondad de corazón siempre renovada?


Por este camino habrá a menudo fracasos. Acordémonos que la fuente de la paz y la comunión están en Dios. En vez de desanimarnos, invocaremos al Espíritu Santo sobre nuestras fragilidades.

Y, a lo largo de toda la existencia, el Espíritu Santo nos concederá reemprender la ruta e ir, de comienzo en comienzo, hacia un porvenir de paz. [8]

En la medida en que nuestra comunidad cree en la familia humana posibilidades para ensanchar…


Última actualización: 13 de diciembre de 2005

Notas
[1] Juan 14,27.
[2] I Juan 4,8.
[3] Isaías 43,4.
[4] En la apertura del concilio de los jóvenes, en 1974, el hermano Roger había dicho: «Sin amor, ¿para qué existir? ¿Por qué seguir viviendo? ¿Con qué fin? Ahí está el sentido de nuestra vida : ser amados siempre, hasta la eternidad para que, también nosotros, vayamos hasta morir de amor. Sí, feliz quien muere de amar.» Morir de amar quiere decir, para él, amar hasta el extremo.
[5] «Vivir reconciliados»: en su libro, ¿Presientes una felicidad?, publicado quince días antes de su muerte, el hermano Roger explicaba una vez más lo que estas palabras significan para él: «¿Puedo decir aquí que mi abuela materna descubrió intuitivamente como una clave de la vocación ecuménica y que ella me abrió una vía de concreción? Después de la Primera Guerra Mundial, ella estaba habitada por el deseo de que nadie tuviera que revivir lo que ella había vivido: cristianos combatiendo una guerra en Europa, que al menos los cristianos se reconcilien para tratar de impedir una nueva guerra, pensaba ella. Ella tenía antiguas raíces evangélicas pero, cumpliendo en ella misma una reconciliación, se puso en camino a la iglesia católica, sin por ello manifestar una ruptura con los suyos. Marcado por el testimonio de su vida, y todavía joven, encontré en su seguimiento mi propia identidad de cristiano al reconciliar en mí la fe de mis orígenes con el misterio de la fe católica, sin ruptura de comunión con nadie.»
[6] Juan 14,18 y 16,7.
[7] El «Cristo de comunión»: el hermano Roger utilizó ya esta expresión cuando acogió al papa Juan Pablo II en Taizé el 5 de octubre de 1986:«Con mis hermanos, nuestra espera cotidiana es que cada joven descubra a Cristo; no al Cristo tomado aisladamente sino al «Cristo de comunión» presente en plenitud en este misterio de comunión que es su Cuerpo, la Iglesia. Allí tantos jóvenes pueden encontrar dónde comprometer su vida entera, hasta el extremo. Allí tienen todo lo necesario para llegar a ser creadores de confianza, de reconciliación, no solo entre ellos, sino con todas las generaciones, desde los más ancianos hasta los niños. En nuestra comunidad de Taizé, seguir al «Cristo de comunión», es como un fuego que nos quema. Iríamos hasta el extremo del mundo para buscar caminos, para pedir, llamar, suplicar si fuera preciso, pero jamás desde fuera, sino siempre manteniéndonos al interior de esta única comunión que es la Iglesia.»
[8] Estos últimos cuatro párrafos transcriben las palabras que el hermano Roger dijo al final del encuentro europeo de Lisboa, en diciembre de 2004. Son las últimas palabras que pronunció públicamente.

Fuente: Carta inacabada Hermano Roger