jueves, 8 de enero de 2015

Jugando a la Guerra

Por Agustín Ricardo Angarita Lezama

Una discusión me dio pie para reflexionar sobre el tema de algunos pasatiempos actuales. Estoy convencido que la vida hay que protegerla sobre cualquier cosa. Para mi nada, por sublime que parezca, justifica atentar contra ella. Defender la vida es un compromiso con lo sagrado y con lo más preciado de la sociedad. Quizás por eso me formé como médico. Es posible que eso mueva mi amor por la educación y el periodismo.

Hay estudios calificados que comprueban que el uso de juguetes bélicos favorece el aprendizaje de conductas violentas en los jóvenes. Igual ocurre con los vídeo juegos, que en su mayoría utilizan la violencia, lo más real posible, como incentivo para atrapar jugadores. Los seres humanos no nacen violentos. La violencia se aprende y este tipo de juegos ayuda a construir conductas y mentalidades violentas.

Existe un entretenimiento que consiste en jugar a matar a los contrincantes. Los jugadores reciben armas que deben disparar para señalar con pintura el cuerpo de sus opositores cuando aciertan sus disparos. Paintball se denomina el juego. Los practicantes argumentan que mejora condiciones físicas y psíquicas además de prevenir la obesidad. También que descarga mucha adrenalina y da sensaciones muy cercanas a un enfrentamiento bélico.

¿Qué será lo que sucede con nuestros jóvenes que necesitan diversiones extremas para gastar su adrenalina? 

Los adultos aprendimos a gastar adrenalina buscando afanosamente trabajo, laborando  muy duro para ganar el sustento para nuestros hijos y familia, haciendo malabares para hacer empresa o generar proyectos. La tensión extrema la sentimos cuando presentábamos entrevistas laborales, cuando presentábamos informes laborales o nos hacían evaluaciones en nuestros trabajos. Además, cuando se accidentaba algún miembro de la familia, cuando había que pagar obligaciones bancarias y no teníamos con qué sufragarlas, cuando llegaban las cuentas de las matrículas de los colegios o, peor, de las universidades de nuestros hijos. Mucha adrenalina se gastó estirando un sueldo siempre escaso para cubrir las múltiples necesidades del hogar, y con el pánico que produce la amenaza de muerte de un hijo afectado por un ataque de asma, fiebre o convulsión a la madrugada y los bolsillos limpios.

Para mí la guerra no es un juego. Matar no es una diversión. Jugar a asesinar a alguien, por la necesidad de sentir el pulso acelerado, la tensión en el pecho y los músculos que da el vertimiento de cargas de adrenalina en la sangre, es, por lo menos, indigno. Muchos soldados que han estado en la guerra, han salido lisiados psicológicamente por el pavor que causa sentir la muerte al asecho constante.


Creo que hay que reivindicar la vida, su respeto supremo y la alegría de disfrutar del mayor bien de la existencia: ser joven. Querer matar a otro, así sea en juego debe marcar el alma y dejar secuelas en el espíritu que tarde o temprano pueden aflorar. El respeto por el otro pasa por la clase de pasatiempos que usamos. En una época tan violenta como la que vivimos, recordar el imperativo de amar al prójimo, es un canto a la vida, a la convivencia y a la esperanza.

Golpe a la libertad de expresión y de prensa

(No) mataron a Charlie

En pleno centro de París, tres hombres masacraron la redacción del semanario satírico ‘Charlie Hebdo’. Las sospechas se orientan hacia un movimiento islamista. Dos de los terroristas serían hermanos, nacidos en Francia.

Por: Ricardo Abdahllah. EL ESPECTADOR

“Si no pasa nada más grave, en el próximo número estaremos riendo de esto”, decía a El Espectador Stéphane Charbonnier, Charb, director del semanario satírico Charlie Hebdo. Era el 5 de noviembre de 2011 y la sede de la publicación acababa de ser incendiada en retaliación por la publicación de varias caricaturas de Mahoma. La más polémica de ellas mostraba al profeta leyendo el diario mientras se quejaba de lo duro que era “ser amado por imbéciles”.

Ayer ocurrió algo más grave y no quedó nadie para reírse. A las once y media de la mañana, a un par de calles de la Plaza de la Bastilla, diez miembros de la redacción del semanario y dos policías fueron asesinados por un comando de tres hombres armados con fusiles. A la postre serían identificados como los hermanos Said y Cherif Kouachi, de 34 y 32 años, nacidos en París y presuntamente vinculados a movimientos yihadistas. El tercer sospechoso fue identificado como Hamyd Mourad, un joven de 18 años.
“Se escucharon un par de tiros. 

Alcanzamos a asomarnos, pero no vimos nada. Volvimos a entrar al taller pensando que tal vez era pólvora. Luego sí sonaron las ráfagas y ya nadie se quiso asomar”, dice el empleado de un taller de motocicletas a una cuadra de la sede de Charlie Hebdo. Aaron, un joven vecino, recuerda que siempre había una furgoneta de policía en la esquina, “pero esta mañana no sé si estaba”.

La protección policial era constante desde el incendio de la sede anterior y uno de los policías de guardia estaría entre las primeras víctimas. Cuando los atacantes huían se encontraron de frente con una patrulla con la que intercambiaron disparos y luego con un policía en bicicleta. Tras ejecutarlo a quemarropa subieron a un Citroën negro que abandonaron un kilómetro más al norte, en la Rue de Meaux, luego de amenazar a un automovilista para que les entregara su vehículo.

En ese instante, el caricaturista Luz, presente en la sede y visiblemente afectado, informaba por teléfono de un ataque que habría dejado varias “víctimas”. Los primeros reportes hablaban de heridos. Cada vez que el sitio en internet del diario Le Point difundía la identidad de un fallecido, los periodistas que se aglomeraban junto al cordón policial a la entrada del edificio se llevaban las manos a la cabeza o maldecían. Las víctimas incluían a los caricaturistas Charb, director de la publicación, los veteranos Cabú y Georges Wolinski, aún activos a pesar de tener 76 y 80 años de edad respectivamente, el dibujante Tignous y el economista Bernard Maris.

Los atacantes habían dejado tras de sí 12 muertos, en lo que constituye el más grave acto terrorista cometido en Francia en los últimos 50 años y el único caso en el que toda la redacción de un periódico ha sido masacrada de un solo golpe. Según el conserje de un edificio en la misma cuadra, los atacantes salieron gritando “Matamos a Charlie”. “Yo pensé que hablaban de una persona, no sabía que ahí había un periódico” afirma.
Un video tomado desde la azotea de la sede de la productora de documentales Premières Lignes, vecina de Charlie Hebdo, permite escuchar claramente la proclama “Allahu akbar”. “Dios es grande”.

Muchos rivales, un enemigo

La última caricatura publicada por Charb mostraba a un yihadista regordete diciendo “Hasta ahora ningún atentado en Francia, pero aún queda tiempo para hacer los votos de 2015”. También el último dibujo de Cabú, publicado ayer miércoles en Le Canard Enchainé hacía referencia a los islamistas. Con la republicación de las caricaturas del diario danés Jyllands-Posten en 2006, el semanario agregó a los radicales musulmanes a su lista de blancos de burlas. Así, Mahoma tuvo el honor se ser caricaturizado junto al papa, el mismísimo Dios y políticos de todas las vertientes.

Previsiblemente, las caricaturas le valieron al semanario decenas de procesos judiciales, de los que en su mayoría salió victorioso. A pesar de esa admirable colección de enemigos, las únicas amenazas a la integridad de los periodistas de Charlie vinieron de grupos musulmanes. La pista del islamismo parece sólida, no sólo por las proclamas que se lanzaron en el lugar de la masacre, sino porque la organización Al Qaeda de la Península Arábica (AQPA) había lanzado en internet una lista de 11 personajes “buscados vivos o muertos por crímenes contra el islam”, entre los cuales figuraba Charb. Según las declaraciones hechas a Radio Francia Internacional por una de las empleadas del semanario, los atacantes habrían preguntado por nombre propio a varias de las víctimas y afirmado que “no matarían mujeres, pero deberían ponerse un velo y convertirse”. Según todos los testimonios disponibles, los atacantes hablaban francés sin acento extranjero.

Algunos medios señalaban que los atacantes habrían gritado que actuaban en nombre de “Al Qaeda Yemen”, pero esta versión no ha sido confirmada; como otra surgida durante la noche: los tres sospechosos habrían ingresado formalmente al Estado Islámico en Siria. Frente a los periodistas reunidos en los alrededores del semanario, un oficial de la policía señaló que “es importante tener en cuenta que ese ataque no se inscribe en la misma línea de los que han ocurrido en las últimas semanas. En ellos se trataba de individuos aislados actuando con armas improvisadas. Lo que ocurrió hoy necesita una fuerte dosis de logística y preparación”.

“No tengo miedo de las represalias. No tengo hijos, ni esposa, ni carro ni créditos, y aunque suene un poco pomposo, prefiero morir de pie que vivir de rodillas”, había dicho Charb en una entrevista al diario Le Monde.

La última portada del semanario antes del ataque mostraba una caricatura del escritor Michel Houellebecq y se burlaba del tono de paranoia antiislámica de su más reciente novela.

“Llevo más de 20 años junto a ellos. Hoy mataron mi familia, y yo no pensaba que en Francia uno pudiera morir por expresarse”, declaraba a una cuadra de la sede del semanario el abogado Richard Malka, quien representó a la publicación en muchos de sus procesos legales. Desde el hospital, el veterano dibujante Siné, quien durante décadas publicó en el semanario, transmitió a la prensa una nota diciendo: “Tengo la impresión de que me cayó un edificio de seis pisos en la jeta”.

“Esos bárbaros no son musulmanes”

Mientras en comunicados de prensa el Consejo Francés del Culto Musulmán y la Unión de Organizaciones Islámicas de Francia condenaban el atentado, las caras largas eran la norma a la entrada de la mezquita de París. “Vi el video en el que matan al policía. Esos bárbaros no son musulmanes y deshonran a todos los musulmanes”, afirmó uno de los asistentes a la oración de la mitad de la tarde, y para otro de los presentes “son unos ignorantes que les dan la razón a quienes estigmatizan el islam”.

Al caer la tarde, miles de ciudadanos se habían reunido espontáneamente en las plazas de las principales ciudades de Francia, entre ellas Metz, París, Lille y Lyon, para manifestar su rechazo al ataque y su solidaridad con Charlie Hebdo y la libertad de expresión. En medio del silencio, y también espontáneamente, las personas reunidas alzaban lápices y lapiceros, y llevaban pancartas con frases de Charb. “Tengo la impresión de que nunca hemos degollado a alguien con un marcador”, decía una de ellas.

Al cierre de esta edición las autoridades francesas ejecutaban una operación de búsqueda en Reims, donde presumiblemente habían huido los sospechosos tras el ataque. De acuerdo con las últimas versiones de prensa, Hamyd Mourad se habría entregado a la Policía.


Atacar las libertades y derechos fundamentales de las personas, las comunidades, las organizaciones y los países es la muestra más grande de intolerancia y demuestran los actos violentos y de persecución la debilidad de los argumentos.

Acudir a la violencia y silenciar a las personas, amenazar a las personas, intimidar a las personas, calumniar, injuriar, difamar, matonear a las personas, aplicar misoginia, mobbing, bullying y otras formas de persecución a las personas y a sus derechos fundamentales es la manera más antidemocrática, bárbara e irrespetuosa de llamar la atención y de intolerancia.

Este tipo de ataques tienen como objetivo infundir miedo, temor y terror en las personas cuando se ataca el sagrado derecho a la libertad de expresión, cuando se intenta monopolizar, cuando se quiere imponer una sola forma de decir, pensar, hacer, expresar y sentir se está pasando por alto que el CREADOR es infinito y abundante y que cada obra y criatura del CREADOR es ÚNICA.

Cómo dice la frase de un libro sobre la tolerancia ¿Se puede ser tolerante con los intolerantes?

Adela Cortina expresa que debe existir en todas las sociedades unos mínimos fundamentales de respeto y esos mínimos fundamentales son LOS DERECHOS HUMANOS, LOS DERECHOS FUNDAMENTALES, esta barbarie sucedida en París y muchos otros actos bárbaros conocidos y desconocidos son la NEGACIÓN de los MÍNIMOS FUNDAMENTALES.

Una sociedad sin derechos humanos, sin derechos fundamentales, es la sociedad del régimen del terror.



LUZ ETERNA PARA LAS VÍCTIMAS DE ESTE INFAME ATENTADO

domingo, 4 de enero de 2015