Corporación para el Análisis, la Investigación, la Educación para la Paz y la Resolución de Conflictos
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viernes, 6 de enero de 2017
domingo, 25 de diciembre de 2016
¡Feliz Navidad!
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Navidad: Luz que rompe nuestras Tinieblas... |
«Ha
aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (Tt
2,11). Las palabras del apóstol Pablo manifiestan el misterio de esta noche
santa: ha aparecido la gracia de Dios, su regalo gratuito; en el Niño que se
nos ha dado se hace concreto el amor de Dios para con nosotros.
Es una noche de gloria, esa gloria proclamada por los ángeles en Belén y
también por nosotros hoy en todo el mundo.
Es una noche de alegría, porque
desde hoy y para siempre Dios, el Eterno, el Infinito, es Dios con nosotros: no
está lejos, no debemos buscarlo en las órbitas celestes o en una idea mística;
es cercano, se ha hecho hombre y no se cansará jamás de nuestra humanidad, que
ha hecho suya.
Es una noche de luz:
esa luz que, según la profecía de Isaías (cf. 9,1), iluminará a quien camina en
tierras de tiniebla, ha aparecido y ha envuelto a los pastores de Belén (cf. Lc
2,9).
Los pastores descubren
sencillamente que «un niño nos ha nacido» (Is 9,5) y comprenden que toda esta
gloria, toda esta alegría, toda esta luz se concentra en un único punto, en ese
signo que el ángel les ha indicado: «Encontraréis un niño envuelto en pañales y
acostado en un pesebre» (Lc 2,12).
Este es el signo de
siempre para encontrar a Jesús. No sólo entonces, sino también hoy.
Si queremos
celebrar la verdadera Navidad, contemplemos este signo: la sencillez frágil de
un niño recién nacido, la dulzura al verlo recostado, la ternura de los pañales
que lo cubren. Allí está Dios.
Con este signo, el
Evangelio nos revela una paradoja: habla del emperador, del gobernador, de los
grandes de aquel tiempo, pero Dios no se hace presente allí; no aparece en la
sala noble de un palacio real, sino en la pobreza de un establo; no en los
fastos de la apariencia, sino en la sencillez de la vida; no en el poder, sino en una pequeñez
que sorprende.
Y para encontrarlo hay
que ir allí, donde él está: es necesario reclinarse, abajarse, hacerse pequeño.
El Niño que nace nos interpela: nos llama a dejar los engaños de lo efímero
para ir a lo esencial, a renunciar a nuestras pretensiones insaciables, a
abandonar las insatisfacciones permanentes y la tristeza ante cualquier cosa
que siempre nos faltará.
Nos hará bien dejar estas cosas para encontrar de
nuevo en la sencillez del Niño Dios la paz, la alegría, el sentido de la vida.
Dejémonos interpelar
por el Niño en el pesebre, pero dejémonos interpelar también por los niños que,
hoy, no están recostados en una cuna ni acariciados por el afecto de una madre
ni de un padre, sino que yacen en los escuálidos «pesebres donde se devora su
dignidad»: en el refugio subterráneo para escapar de los bombardeos, sobre las
aceras de una gran ciudad, en el fondo de una barcaza repleta de emigrantes.
Dejémonos interpelar
por los niños a los que no se les deja nacer, por los que lloran porque nadie
les sacia su hambre, por los que no tienen en sus manos juguetes, sino armas.
El misterio de la Navidad, que es luz y alegría, interpela y golpea, porque
es al mismo tiempo un misterio de esperanza y de tristeza.
Lleva consigo un
sabor de tristeza, porque el amor no ha sido acogido, la vida es descartada.
Así sucedió a José y a María, que encontraron las puertas cerradas y pusieron a
Jesús en un pesebre, «porque no tenían [para ellos] sitio en la posada» (v. 7):
Jesús nace rechazado por algunos y en la indiferencia de la mayoría.
También hoy puede darse
la misma indiferencia, cuando Navidad es una fiesta donde los protagonistas
somos nosotros en vez de él; cuando las luces del comercio arrinconan en la
sombra la luz de Dios; cuando nos afanamos por los regalos y permanecemos
insensibles ante quien está marginado.
Pero la Navidad tiene sobre todo un sabor de esperanza porque, a pesar de
nuestras tinieblas, la luz de Dios resplandece. Su luz suave no da miedo; Dios,
enamorado de nosotros, nos atrae con su ternura, naciendo pobre y frágil en
medio de nosotros, como uno más.
Nace en Belén, que significa «casa del pan».
Parece que nos quiere decir que nace como pan para nosotros; viene a la vida
para darnos su vida; viene a nuestro mundo para traernos su amor. No viene a
devorar y a mandar, sino a nutrir y servir.
De este modo hay una
línea directa que une el pesebre y la cruz, donde Jesús será pan
partido: es la línea directa del amor que se da y nos salva, que da luz a
nuestra vida, paz a nuestros corazones.
Lo entendieron, en esa
noche, los pastores, que estaban entre los marginados de entonces. Pero ninguno
está marginado a los ojos de Dios y fueron justamente ellos los invitados a la
Navidad. Quien estaba seguro de sí mismo, autosuficiente se quedó en casa entre
sus cosas; los pastores en cambio «fueron corriendo de prisa» (cf. Lc 2,16).
También nosotros
dejémonos interpelar y convocar en esta noche por Jesús, vayamos a él con
confianza, desde aquello en lo que nos sentimos marginados, desde nuestros
límites. Dejémonos tocar por la ternura que salva. Acerquémonos a Dios que se
hace cercano, detengámonos a mirar el belén, imaginemos el nacimiento de Jesús:
la luz y la paz, la pobreza absoluta y el rechazo.
Entremos en la
verdadera Navidad con los pastores, llevemos a Jesús lo que somos, nuestras
marginaciones, nuestras heridas no curadas.
Así, en Jesús, saborearemos el
verdadero espíritu de Navidad: la belleza de ser amados por Dios.
Con María y
José quedémonos ante el pesebre, ante Jesús que nace como pan para mi vida.
Contemplando su amor humilde e infinito, digámosle gracias: gracias, porque has
hecho todo esto por mí.
Papa Francisco
Mensaje de Navidad 2016
sábado, 17 de diciembre de 2016
Conversatorio 25 años de la Conciliación Extrajudicial en Derecho en Colombia
lunes, 14 de noviembre de 2016
Que significa el saludo: ¡Paz y Bien!
San Francisco y santa Clara de Asís
saludaban a la gente de su época con la expresión "Pace e Bene!" o
"¡Paz y Bien!".
Esta pequeña frase expresa mucho:
que disfrutes de
buena salud,
que estés tranquilo y feliz,
que no pases necesidades,
que se
respete tu dignidad,
que tu bondad interior florezca,
que el mundo en que
vivimos conozca esta paz profunda.
Era una bendición, una esperanza y una
manera de reconocer la santidad de aquéllos con quienes se encontraban.
El buen samaritano o saber ayudar...
La Ley de Ayuda explicada
por Diana Cadena Muñoz en Ángeles y Mándalas
1. Ayudar a quien nos
PIDE AYUDA.
2. Querer AYUDAR desde el fondo de
nuestro corazón.
3. Mostrarle el camino a la
persona, pero no solucionar por ella su problema; hay que ofrecer herramientas
para que construya su propia solución, de lo contrario terminaríamos cargando
con sus dificultades.
4. Respetar la decisión de la
persona de poner en práctica o no nuestro consejo
La ayuda del buen samaritano se
traduce en:
· Curar
· Transportar
· Albergar
Delega el cuidado del otro, el
samaritano no se queda con el moribundo toda la vida, no genera dependencias, codependencias, ni lazos insanos.
Existen ayudas
insanas: te ayudo para que me ames, en lugar de te ayudo porque te amo y eres
libre de seguir tu camino, tu misión y tu don. El buen samaritano ayuda, suelta y deja ir.
El samaritano comparte la tarea de
prestar ayuda con otras personas, promueve la solidaridad.
La acción solidaria alcanza su
finalidad cuando logramos hacer realidad un “auténtico servicio”
El samaritano ve, se conmueve y
actúa.
El prójimo es cualquier persona
necesitada que encontremos en el camino de la vida.
El arte del acompañamiento: prudencia,
comprensión, esperar, docilidad al Espíritu.
El arte de escuchar y comunicarnos con el otro: es la capacidad del corazón que hace
posible la proximidad, sin la cual no existe un verdadero encuentro
espiritual.
El Papa Francisco nos enseña que la
cultura del encuentro, la justicia y el respeto recíproco, es lo único que
puede asegurar el bienestar espiritual y material de los ciudadanos.
¿Cuál es el prójimo preguntó
Jesús? El que tuvo piedad.
El buen samaritano actúa con
humanidad.
El buen samaritano ayuda a la
persona que es molida a palos, que está
herida y medio muerta.
El buen samaritano es próximo:
mira, se conmueve y actúa con misericordia.
El buen samaritano no deja a medias
su acto solidario, él sirve de manera auténtica.
La solidaridad además de ser
individual también es colectiva y social.
La proximidad es importante, ser
prójimo de cualquier persona en el camino de la vida.
El buen samaritano llega hasta el
final, no basta con esforzarnos,
debemos garantizar que nuestra
colaboración sea efectiva.
El buen samaritano no tiene
aversión hacia sus hermanos.
El buen samaritano apoya siempre
para bien, nunca para hacer el mal.
El buen samaritano ama con
misericordia y ternura infinitas.
miércoles, 9 de noviembre de 2016
jueves, 6 de octubre de 2016
Taller Mándala Gaia Natura
«El arte es armonía.
La
armonía es la analogía de los contrarios,
y de similares elementos del tono,
del color, y de la línea,
considerados a través su dominancia
y bajo la
influencia de la luz
en combinaciones alegres, serenas o tristes»
George
– Pierre Seurat
La Naturaleza es armonía divina,
sinfonía maravillosa que invita a la creación entera
a que acompañe su evolución y progreso.
En todo el recorrido de tu vida,
sé instrumento adecuado que capte
las vibraciones de paz y equilibrio de la naturaleza,
y tu salud encontrará los ajustes necesarios
para su propio desarrollo.
Vive en el respeto de las leyes naturales,
y con el espíritu orientado a Dios.
C. Torres Pastorino
Minuto de Sabiduría
Eres Maestro de lo que haz vivido.
Artesano de lo que estás viviendo y
Aprendiz de lo que vivirás.
Richard Bach
La fuente infinita de la creatividad se hizo presente y nos regaló
el día de hoy un bellísimo Mándala sobre la Madre Tierra y la Naturaleza
Avanzando por este maravilloso proceso creativo, de meditación y relajación
Poco a poco se iba revelando el mensaje de este hermoso Mándala
Avanzando y terminando el Mándala Gaia Natura
Mandala Gaia Natura
elaborado por Paola, Carlota y Patricia
El tema ecológico, cultural y espiritual se hizo presente
en este tierno y femenino Mándala:
los cuatro elementos: tierra, agua, viento y fuego,
el cielo, el mar y el atardecer, flores, arco iris ondulado,
elefantita hindú con flores y corazones evocando la festividad del Happy Holi,
mariposa amarilla en homenaje a Gabo y sus Cien años de Soledad,
flor de estilo mudéjar, dulce fragmentado de chocolate, rosa y curuba
y un girasol gigante multicolor
El Mándala Gaia Natura es rico en simbología:
Arco iris: grandeza y gloria:
diversidad, inclusión, esperanza y anhelo,
símbolo del movimiento pacifista
Elefante: nos recuerda el cuidado por nuestro planeta
y los animales.
Corazones: amor
Mariposa: Transformación
Flores: admiración
Mar: infinito e inconsciente
Cielo: Trascendencia y reinos celestiales
Girasol: fe inquebrantable, buena suerte, riqueza y felicidad
Mándala: círculo, unidad, absoluto, perfección y protección
El Mándala Gaia Natura transmite:
Libertad, fluidez, creatividad, conexión, belleza, alegría,
Vida, Creación y Naturaleza
martes, 4 de octubre de 2016
Taller Mándala: Mujer, arte y paz
En memoria de un ser de luz, talentoso, mágico,
amoroso, humilde y agradecido:
Alberto Aguilera Valadez
Mantén el equilibrio.
El equilibrio depende de la serenidad de la mente.
Jamás te aburras ni te exaltes.
No les des importancia a las cosas pasajeras que vienen de fuera.
No te impresiones por lo que dicen los demás.
Sigue la orientación que te marca la conciencia, sin perder el equilibrio.
Camina hacia adelante, alegre y seguro de que vas a triunfar,
por grandes que sean las dificultades del camino.
C. Torres Pastorino
Minuto de Sabiduría
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El alma se limpia con el perdón,
se hidrata con la oración,
se nutre con la palabra,
se protege con la fe
y se tonifica con el amor.
Anónimo
|
Arte y Paz: Taller Mandala Circus
En memoria de mi amado padre
Carlos Alberto Romero Lozano
Se llama CALMA...
y me costó muchas TORMENTAS obtenerla
Anónimo
Calma las aguas de tu mente,
y el Universo y las estrellas,
se verán reflejadas en tu alma.
Rumi
Soltar viejas creencias
Cambiar la energía
Salir de los límites imaginarios
Experimentar nuevas frecuencias
Usar el corazón
Liberar al niño interior
Creer para crear
Descubrir otros mundos
Elevar el espíritu
Sanar el alma
lunes, 26 de septiembre de 2016
Cuando mi corazón está en paz... El mundo está en paz...
Vivir en armonía con el Universo,
es vivir lleno de alegría, amor y abundancia.
Shakti Gawain
No hay que apagar la luz del otro,
para lograr que brille la nuestra.
Mahatma Gandhi
Recomendado: Paz y niveles de conciencia
Recomendado: Misericordia
El perdón
Transcripción del capítulo sobre el perdón del libro
la
FUERZA DE CREER de Wayne Dyer:
"Me dispuse a escribir, a hablar en público, a grabar cintas y a darme a conocer a través de los medios de comunicación.
Aparecía regularmente en la televisión nacional y hablaba
delante de numerosas audiencias, ganando a la vez mucho más dinero del que
nunca hubiera imaginado.
Y llegó un día en el que recibí algo por correo que iba a poner a prueba mi recién estrenado éxtasis.
Era una carta certificada que me notificaba que me habían demandado. Aunque yo sabía que ello no significaba nada, por unos momentos me quedé asombrado. Jamás en mi vida nadie me había amenazado con nada parecido, y por otra parte pensaba que no conocía a ningún abogado.
Tras gastarme miles de dólares y pasar dos años enzarzado en batallas de carácter legal, llegué a la conclusión de que había vuelto a las andadas, a mis viejas ideas y deseo de venganza.
La rabia que sentía me estaba destrozando.
No comía lo suficiente. Perdí mucho peso. Me encontraba fatal y la ira seguía apoderándose de mí.
Me sentía como una víctima.
Me hacía constantemente la misma pregunta: "¿Por qué me está sucediendo todo esto? ¿Por qué no desaparece de mi vista?".
Una tarde, tras haber contado en una charla la historia del perdón que concedí a mi padre, se me encendió una pequeña luz en la cabeza.
Comprendí que la clave se hallaba en el perdón y no en el odio o la rabia. En ese momento ya no me preocupaba la demanda en lo más mínimo.
Esa noche dormí mejor que nunca.
Pensé en las personas que me habían demandado y les envié a todas el perdón.
A la mañana siguiente completé mi acto de perdón.
Me negué a seguir participando en ese absurdo proceso.
Pensé en todos los problemas que ello me acarrearía y en las personas a las que afectaría.
Abrí las puertas de mi corazón de par en par y detuve todos
esos pensamientos negativos que fluían por mi cerebro.
Esa misma mañana les envié un ramo de flores y una serie de
libros para que los leyeran.
Notifiqué a mi abogado que iba a hacerme cargo de todos los costes judiciales y honorarios en los que hubiera incurrido hasta el momento y le pedí que se mantuviera al margen y no prosiguiera con el caso.
Mis pensamientos, que en un principio habían sido de rabia, se vieron invadidos por el amor.
Sabía que yo solo podía enfrentarme a cualquier imprevisto y que las cosas me irían muy
Tres días después recibí una nota del abogado de la parte
demandante en la que me comunicaba que habían dejado el caso y se disculpaban
por todos los problemas que me habían causado.
Habían firmado su renuncia. ¡Todo había acabado!
Tras haber gastado miles de dólares y haber vivido una pesadilla durante dos años, aprendí del todo la lección del perdón que ya había comenzado a comprender en Biloxi hacía mucho tiempo.
Me sentí obligado a recrear una existencia desgraciada para comprender todo el contenido del mensaje, y todo lo que gasté y lo que pasé, ahora sé que fue por una poderosa razón.
Enseñarme la lección del amor sobre el odio y asegurarse de que no la iba a olvidar.
La única respuesta al odio es el amor; todo lo demás sólo le perjudicará.
No me lamento por nada de lo que me ocurrió.
En el momento en que pasé de la rabia al perdón todo llegó a su fin.
Fui libre en tan sólo un instante, y el resto sencillamente tuvo lugar en la forma.
Tras ese encontronazo con la justicia me juré a mí mismo que
iba a poner en práctica el perdón. Me puse en contacto con todas las personas
de mi vida por las cuales había sentido cierta hostilidad o molestia. Decidí
eliminar las viejas asperezas mediante el perdón.
Quería estar bien seguro de que si moría en ese preciso
momento no iba a quedar ninguna persona en el planeta que me guardara
rencor sin que yo hubiera intentado hacer las paces, a pesar de saber que
"yo no era el culpable de ello". (¿Acaso no somos todos así?)
Había unas cuantas personas a las que les había prestado algún dinero y no pensaban devolvérmelo.
No hablaba con ellos desde hacía varios años y esas deudas pendientes habían estropeado nuestra relación.
A todas ellas les envié ejemplares de mis libros autografiados, algunas cintas que había preparado y una nota en la que les deseaba la mejor de las suertes, les ofrecía todo mi amor y la esperanza de que estuvieran en perfecta salud. En ningún momento mencioné la deuda.
Había decidido que no pasaba nada
si no me pagaban. Y no sólo les perdonaba, sino que también les enviaba todo mi
amor.
Me he comprometido a perdonar por pequeño que sea al motivo. Sólo me llevó unas horas zanjar ese caso. No me quedaba ningún enemigo.
No podía dirigir mi odio a
nadie del planeta. No podía echar las culpas de lo sucedido años atrás a ningún
miembro de mi familia.
Ni a algunos de mis colegas o jefes con los que había estado en desacuerdo.
Me había subido al tren del perdón y el trayecto era maravilloso. Todo me salía a la perfección.
Mi relación con aquellas personas era prístina, y no
solamente me encontré enviando amor sino que también lo recibí. Logré
cobrar algunas de mis deudas, y aunque otras nunca fueron saldadas, no importa.
Quiero a todas esas personas de igual modo, y ahora en el momento de escribir
este libro no se me ocurre pensar en ninguna persona a la que guarde rencor.
Por otro lado, ahora sé que no tengo a nadie por perdonar y que nunca lo hice. Lo que sucedió es que corregí mi errónea concepción de suponer que los demás eran los causantes de mi insatisfacción.
Paradójicamente, a través del acto del perdón, he llegado a un punto en el que el perdón me resulta totalmente innecesario.
He
aprendido a aceptar a mis semejantes tales y como son, y nunca he pretendido
amar algo que en realidad no amo.
Ahora también soy consciente de que ya no necesito de esas reacciones emocionales e inmovilizadoras que solían acompañarme en mis encuentros con aquellas personas que me desagradaban.
En
consecuencia, la aceptación me ha permitido verles según lo que en realidad son
y el lugar que ocupan, y no olvidarme de que lo mismo sucede en mi propio
caso.
Toda reacción hostil o negativa, como resultado de los demás, me permite ahora ver el lugar en el que estoy o dejo de estar y ya no requiere mi perdón. He llegado a un punto en el que ya no necesito perdonar, a través del perdón, y valga la redundancia.
Otra paradoja, de las tantas que he ido apuntando a lo largo de este libro".
Wayne W, Dyer,
Tomado del libro La fuerza de creer
Debolsillo Clave
Recomendado: Perdonar una decisión valiente que nos traerá paz interior de Robin Casarjian
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