Interesante reflexión del Papa Francisco que aplica para todo lo HUMANO, el ser humano es un ser social, necesita del otro u otra para aprender hablar, caminar, comportarse, la virtualidad puede generar autismo social, emocional, seres de sentimientos planos, irreales que se escudan tras una pantalla y no se asumen como los seres humanos reales que son, la virtualidad como ayuda, más no como sustitución de lo humano, como bien dijo el Papa Francisco este es un momento para salir del túnel, no para quedarnos en él.
HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO
17 de abril de 2020
Los discípulos eran pescadores:
Jesús les había llamado precisamente en el trabajo. Andrés y Pedro estaban
trabajando con las redes. Dejaron las redes y siguieron a Jesús (cfr. Mt
4,18-20). Juan y Santiago, lo mismo: dejaron a su padre y a los compañeros que
trabajaban con ellos y siguieron a Jesús (cfr. Mt 4,21-22).
La llamada fue
justo en su oficio de pescadores.
Y este pasaje del Evangelio de hoy, este
milagro, de la pesca milagrosa nos hace pensar en otra pesca milagrosa, la que
cuenta Lucas (cfr. Lc 5,1-11): también allí pasó lo mismo.
Tuvieron pesca,
cuando pensaban que no tenían.
Después de predicar, Jesús les dijo: “Remad
mar adentro. ¡Pero hemos bregado toda la noche y no hemos pescado nada!”. “Id”.
“Por tu palabra –dijo Pedro– echaré las redes”.
Y fue tanta la
cantidad –dice el Evangelio– que “quedaron asombrados” (cfr.
Lc 5,9), por ese milagro.
Hoy, en esta otra pesca no se habla de asombro. Se ve
una cierta naturalidad, se ve que ha habido un progreso, un camino andado en el
conocimiento del Señor, en la intimidad con el Señor; yo diré la palabra justa:
en la familiaridad con el Señor.
Cuando Juan vio esto, dijo a Pedro: “Es
el Señor”, y Pedro se vistió, se echó al agua para ir al Señor (cfr.
Jn 21,7).
La primera vez, se arrodilló ante Él: “Apártate de mí, Señor,
que soy un pecador” (cfr. Lc 5,8). Esta vez no dice nada, es más
natural. Nadie pregunta: “¿Quién eres?”. Sabían que era el
Señor, era natural el encuentro con el Señor. La familiaridad de los apóstoles
con el Señor había crecido.
También los cristianos, en el camino de nuestra vida estamos en camino,
progresando en familiaridad con el Señor. El Señor, podría decirse, está un
poco “a mano”, pero “a mano” porque camina con nosotros, conocemos que es Él.
Nadie le preguntó, aquí, “¿quién eres?”: sabían que era el Señor. La del
cristiano es una familiaridad cotidiana con el Señor. Y seguramente desayunaron
juntos, con el pescado y el pan, seguramente hablaron de tantas cosas con
naturalidad.
Esta familiaridad de los cristianos con el Señor es siempre comunitaria.
Sí, es íntima, es personal, pero en comunidad. Una familiaridad sin comunidad,
una familiaridad sin el Pan, una familiaridad sin la Iglesia, sin el pueblo,
sin los sacramentos es peligrosa. Puede acabar en familiaridad –digamos–
gnóstica, una familiaridad solo para mí, separada del pueblo de Dios.
La
familiaridad de los apóstoles con el Señor siempre era comunitaria, siempre en
la mesa, signo de comunidad. Siempre era con el Sacramento, con el Pan.
Digo esto porque alguno me ha hecho pensar en el peligro que este momento
que estamos viviendo, esta pandemia que ha hecho que todos nos comuniquemos
también religiosamente a través de los medios, a través de los medios de
comunicación, incluso esta Misa, estamos todos comunicados, pero no juntos,
espiritualmente juntos.
El pueblo es pequeño. Hay un gran pueblo: estamos
juntos, pero no juntos. También el Sacramento: hoy lo tenéis, la Eucaristía,
pero la gente que está conectada con nosotros, solo la comunión espiritual. Y
esa no es la Iglesia: esa es la Iglesia en una situación difícil, que el Señor
permite, pero el ideal de la Iglesia es siempre con el pueblo y con los sacramentos.
Siempre.
Antes de la Pascua, cuando salió la noticia de que yo celebraría la Pascua
en San Pedro vacía, me escribió un obispo –un buen obispo– y me reprochó. “Pero,
¿cómo? Es tan grande San Pedro, ¿por qué no mete a 30 personas al menos, para
que se vea gente? No habrá peligro…”. Yo pensaba: “¿Pero este
qué tiene en la cabeza para decirme esto?”. No entendía en el momento.
Pero como es un buen obispo, muy cercano al pueblo, algo querrá decirme. Cuando
lo vea se lo preguntaré.
Luego lo comprendí. Él me decía: “Esté atento
a no viralizar la Iglesia, a no viralizar los sacramentos, a no viralizar al
pueblo de Dios. La Iglesia, los sacramentos, el pueblo de Dios son concretos”.
Es
verdad que en este momento debemos tener esta familiaridad con el Señor de este
modo, pero para salir del túnel, no para quedarnos en él. Y esa es la
familiaridad de los apóstoles: no gnóstica, no viralizada, no egoísta para cada
uno de ellos, sino una familiaridad concreta, en el pueblo.
La familiaridad con
el Señor en la vida cotidiana, la familiaridad con el Señor en los sacramentos,
en medio del pueblo de Dios. Ellos hicieron un camino de madurez en la
familiaridad con el Señor: aprendamos nosotros a hacerlo también. Desde el
primer momento, estos entendieron que la familiaridad era distinta de lo que
imaginaban, y llegaron a esto. Sabían que era el Señor, lo compartían todo: la
comunidad, los sacramentos, el Señor, la paz, la fiesta.
Que el Señor nos enseñe esta intimidad con Él, esta familiaridad con Él,
pero en la Iglesia, con los sacramentos, con el santo pueblo fiel de Dios.