sábado, 17 de octubre de 2015

Se fue Wayne Walter Dyer, el hombre del amor divino infinito

Nunca será tarde para erigir un tributo a este precursor de la literatura de ‘Autoayuda y superación’.

Vine a saber de la muerte del doctor Wayne Walter Dyer por un artículo publicado en El Tiempo el lunes 12 de octubre de 2015, que no estaba propiamente dedicado a él. Y la situación no podía ser más desalentadora. 

Dyer había fallecido a los 75 años en su casa de Maui, Hawai, el 29 de agosto de 2015, según la reseña de Wikipedia, o el 30 de agosto, de acuerdo a su sitio en Facebook, que al momento de escribir esta nota tenía 277.359 “Me gusta”, 78.228 comentarios y había sido compartido 136.359 veces.

Por qué no se supo en los medios de comunicación de Colombia del fallecimiento del autor de “Tus zonas erróneas”, y por qué no se dio el despliegue que el personaje merecía, importa hoy, un poco más de un mes y medio después, tanto como si fue un día o el otro. 

Simplemente, el Dyer corporal ya no está entre nosotros. 

Queda la lección de vida que impartió desde 1976 con la publicación de 24 libros conocidos, sus conferencias vistas y revistas en YouTube y su página web www.drwaynedyer.com, encabezada por una imagen de Dyer con su gorra negra y su sonrisa invencible pegada a una frase que lo retrata en sus últimos tiempos, tan espirituales: “No somos nuestros cuerpos, ni nuestras posesiones, ni nuestras profesiones: lo que somos es amor Divino, y este es infinito”.

EL ACIERTO DE “TUS ZONAS ERRÓNEAS”

Nunca será tarde para erigir un tributo a este precursor de la literatura de “Autoayuda y superación” y al texto que Grijalbo comenzó a publicar en español en 1978, dos años después de que su autor norteamericano lo lanzara al mundo para que vendiera 35 millones de copias en diversos idiomas y permaneciera 64 semanas consecutivas como best seller en The New York Times.

Yo compré “Tus zonas erróneas” el 8 de octubre de 1983 y terminé de leerlo el 15 de noviembre, a las once de la noche.

Lo tengo subrayado como un ejercicio de crayola, y aún puedo disfrutarlo hoy con el mismo placer que me retribuyó hace más de 30 años. 

Lo he adquirido y regalado tantas veces que ya perdí la cuenta, suministrándolo a personas que quieren tomar el mando de sus vidas y tienen hoy inquietudes similares a las que con tanta frecuencia se nos arremolinan a todos en nuestras vidas, cualquiera que sea la época por la que atravesemos: nunca estamos a salvo de la incertidumbre, de la bendita incertidumbre, y nunca, pero nunca, es tarde para reinventarnos.

Una sinopsis de “Tus zonas erróneas” debería incluir, por supuesto, las nociones de manejo de las emociones, la capacidad de decidir, el trabajo que todos debemos desarrollar con nosotros mismos para no aceptar comportamientos y sentimientos heredados o impuestos, y que han cubierto con un velo de impotencia nuestra verdad y nuestra capacidad de ser mejores y auténticos a través de la suma de las opciones que tomamos.

Wayne W. Dyer también le mete el diente al asunto de las postergaciones, lo que después, y justamente en este mismo tipo de libros, vendría a definirse mejor como la procrastinación. Y es que por más que desarrollemos inteligentes análisis de nuestra situación de plejía anímica, y levantemos algoritmos acertados de comportamientos, solo la acción dignifica, redime, sana, conquista y da sentido.

“Retrato de una persona que ha eliminado las zonas erróneas” es el capítulo 12 del libro, un espejo para contemplarnos cómo podemos ser. 

Ojalá se rinda un homenaje a Wayne W. Dyer con la edición y lectura de sus libros. 

Yo lo hago con esta nota, de recuerdo y gratitud por una positiva influencia en mi vida.

Carlos Gustavo Álvarez G.

Especial para Portafolio

jueves, 8 de octubre de 2015

Aprendiendo a cerrar círculos


Es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. 

Si insistes en permanecer más allá del tiempo necesario, perderás la alegría y el sentido de todo lo demás.

Cerrando círculos, cerrando puertas o cerrando capítulos.
Como quieras llamarlo.
Lo importante es poder cerrarlos.
Lo importante es poder dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.

¿Terminó tu trabajo?
¿Se acabó la relación?
¿Ya no vives más en esa casa?
¿Debes irte de viaje?
¿La amistad se acabó?

Puedes pasar mucho tiempo de tu presente “revolcándote” en los porqués, en regresar la cinta y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho.

El desgaste va a ser infinito porque en la vida, tú, yo, tu amigo, tus hijos, tus hermanos, todos y todas estamos destinados a ir cerrando capítulos.

A pasar la hoja.

A terminar con etapas o con momentos de la vida y seguir adelante.

No podemos estar en el presente añorando el pasado.

Ni siquiera preguntándonos por qué.

Lo que pasó, pasó.

Y hay que soltarlo, hay que desprenderse.

No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros.

No.

¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!

Por eso a veces es tan importante destruir recuerdos, dar presentes, cambiar de casa.

Romper papeles, tirar documentos, vender o regalar libros.

Los cambios externos pueden simbolizar procesos internos de superación.

Dejar ir, soltar, desprenderse.

En la vida nadie juega con cartas marcadas y hay que aprender a perder y a ganar.

Hay que dejar ir, hay que pasar la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente.

El pasado ya pasó.

No esperes a que te devuelvan, no esperes a que te reconozcan, no esperes a que ”alguna vez se den cuenta de quién soy yo”.

Suelta el resentimiento; al prender tu “televisor” personal para ver y volver a ver el asunto, lo único que consigues es dañarte mentalmente, envenenarte, amargarte.

La vida camina hacia adelante, nunca hacia atrás.

Porque si andas por la vida dejando puertas abiertas, “por si acaso”, nunca podrás desprenderte ni vivir el hoy con satisfacción.

Noviazgos o amistades que no terminan, posibilidades de “regresar” (¿a qué?), necesidad de aclaraciones, palabras que no se dijeron, silencios que te invadieron.

Si puedes enfrentarlos ya y ahora… ¡Hazlo! Si no, déjalos ir, cierra
capítulos. Di para ti mismo que no, que no volverá.

Pero no por orgullo ni por soberbia, sino porque tú ya no encajas allí, en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en esa oficina, en ese oficio… Ya no eres el mismo que se fue, hace dos días, hace tres meses, hace un año, por lo tanto, no hay nada a que volver.

Cierra la puerta, pasa la hoja, cierra el círculo.

Ni tú serás el mismo ni el entorno al que regreses será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático.

Es salud mental, amor por ti mismo, desprenderte de lo que ya no está en tu vida.

Recuerda que nada ni nadie es indispensable.

Ni una persona, ni un lugar, ni un trabajo, nada es vital para vivir porque cuando viniste a este mundo, llegaste sin ese accesorio, por lo tanto, se ha vuelto una costumbre vivir pegado a él y, es un trabajo personal aprender a vivir sin ese accesorio humano o físico que hoy te duele dejar ir.

Es un proceso de aprender a desprenderse y humanamente se puede lograr porque, repito, nada ni nadie nos es indispensable. Se trata de costumbre, apego, necesidad.

Pero… cierra, clausura, limpia, tira, oxigena, despréndete, sacude, suelta.

Hay tantas palabras para significar salud mental y cualquiera que sea la que escojas, te ayudará definitivamente a seguir hacia adelante con tranquilidad.

¡Esa es la vida!

Paulo Coelho